Un
valor a cultivar mediante la gratitud; solo el arrogante considera
que no debe nada a nadie. Y también, reconociendo los propios limites
y manteniéndonos dentro de ellos. Aceptar la autoridad de los superiores,
respetar a los iguales, valorar a los inferiores. Asumir la humildad en cada situación, habitualmente, a cada paso, pues es especialmente huidiza: cuando
creemos
tenerla ya la hemos perdido.
Esconder
los dones no es propios de la humildad, como tampoco inventar
virtudes. El orgullo disfrazado de humildad, permite acomodarnos,
vivir sin poner las cualidades propias al servicio de los demás. Como dice San Pío de
Pieltrecina: "La
humildad es verdad, y la verdad es humildad”.
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